Irlanda no
existe, Irlanda es un síndrome. Irlanda no ocupa un espacio. Irlanda vive a la
sombra de cualquier amor. Irlanda trae negra su propia raíz. Irlanda está hecho
de todo y con eso no tiene nada por decir. Irlanda es cruel. Irlanda palpita
entre tambores. Irlanda abraza brujas, viudas, hielos. Irlanda se niega a su
propio andar. Irlanda llueve y tiene sed. Irlanda no tiene rosas en su rosal.
Irlanda conquista gargantas. Irlanda elige tocar para hacer el mal.
Ilustración de Raffaele Marinetti El espacio entre los dos puede llamarse distancia, pueden denominarlo lugar, tú tal vez le dirás no lugar, yo le digo tiempo. Tiempo que atraviesa atmosferas, que se carga de energía, que también es compás y pista de baile. Ese espacio que ahora es tiempo también es dueño de la piel, le plancha sus pliegues de extremo a extremo, se hunde en ella, la moja y la bautiza con los linajes infinitos de la humanidad. Ese espacio invisible como pisadas de reloj, susurra el monólogo del sexo, te llama por tu nombre, te pide que no le sueltes, que le muerdas y que le beses, que le reclames con la mirada los papeles indivisibles de una magistral actuación. Ese espacio que es tiempo viene por ti y por mí, nos captura en el imposible descanso del placer y en el exceso llama al sudor, se prende del pecho agitado que busca el cielo, intentando encontrar en él los picos más altos de una paz de nieve, de blanco orgasmo, de líquido y tórrido orgasmo. ...
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