En mi memoria tu
canto suena como anécdota
y mis cristales
se empañan
no puedo hablar
de ti.
Ahora que no me
perteneces
invento un sol
que pueda abrazarme.
Tu solemne
despedida disfraza la tarde
Y al cielo solo
le restan los rojos de dolor.
A tus labios les
bastó dormir aquí
para volverse
leyenda sobre mí.
El tiempo viene
compasivo
sobre tu nombre
sonoro en el verso.
La furia en casa
incendia las sillas
y el alma no
tiene donde sentarse a llorar.
A mi corazón le
queda la distancia
entre las cenizas
y el vacío del viento.
Los amantes como
bostezo
se van espantando
el aire desde adentro.
La sentencia del
silencio
es la lluvia de
cartas sin respuesta.
Cuando tus pasos
atraviesan el umbral
sin siquiera
esforzarse en tocar la puerta
ven de frente a
esta mujer
que nunca se sabe
defender.
Las plantas se
dejan regar de la permanencia
y ahora que
eliges la ausencia
las amapolas se
niegan a abrirse
y las Helenas se
van sin apellido por entre las piernas.
Mis piernas de
animal
No ocupan ahora
ese rincón.
Negada a
descender
Hoy lloro como un
hombre y como una mujer.
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