La lluvia no me
alcanza para empapar la fiebre, por eso no cae. Y a los brujos ¿quién los va a
amparar? Su canto de rezos, de ritos empiezan a retumbar en las ennegrecidas
nubes.
La mujer al
hombre como recipiente. El hombre a ella como su llanto. Y la bestia que les
fecunda, les llena el vientre de mentiras, de desganos, de ausencias, de
infidelidades.
Corre la cabra por
su pecho, el hombre le miente al tiempo, al deseo, a su hogar y a su destino…
No hay brujo que quiera curarle. No hay creencia que lo justifique.
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