Es de mentes pobres verme como una hembra por ser
"dadora de vida y de problemas", es de humanos verme como mujer por solo
destacar mi poder de sanar mis más profundos dolores. Ahora entiendo porque hay
luna y hay sol, el uno da luz y la otra la atenúa. Los
dos forman un mismo cuento con un beso sobre las 5:30 de la tarde.
Empieza a gestarse una mujer, bañada en agua recién calmada
y sal recién hecha. Su cabello empieza a crecer y su piel ya está mudando. Volvió
a esos sonidos del crepitar de las voces poco conocidas. Entró al calor del
viento en verano y desechó el vació, el adiós, el silencio formando en un
cuadro, un beso que no se puede dar.
Se siente en el aire ese poder de elegir, de desechar lo que
no se quiere y que ya nadie puede obligar. Se ha retornado al comienzo de una
soledad maravillada y compartida por el llanto de las aves, al menos ya se
puede volver la mirada a la copa de los arboles. Las estrellas sin verse salen
a celebrar el poder de las cosas, sean bellas, raras o feas.
El poder de tu mirada sobre mí, es como enfrentar esa tonta
fábula del ratón y el elefante. O peor
sería como poner una carta bajo la manga y sin saber cuál sea. Por eso la idea
de apostarlo todo no me convence del todo, al menos sé que se me ha garantizado
un lugar en la fiesta del cielo, allí estaremos aquellos que vimos en la
certeza de amar, el deber de llegar solos hasta acá.
Quiero que esta vez me leas y no con la mirada de quién se
ha dedicado por años a ver un lugar como otro objeto más, no con la mirada de
quien vende su alma a cambio de nada. No con los mismos ojos que ahora llevas. La
virtud está en ver que las olas no tienen fin, vienen, se alejan y regresan,
son eternas y en cada paso traen un tesoro de la grandeza que habita en el mar.
Mañana, podré entonces ver tu mirada llena de mí, porque son
tantos los besos que llevas en tu pecho, junto a mi huella, mi aroma y mi queja.
Podré palpitar en ti y ser eso que no te deja morir. Seré de ti, eso que
mientes. No podrías fingir, porque sé que siempre te acuerdas de mí. Volveré a
ser la risa de aquellas madrugadas, en las que con un breve detalle, recibías el
roció más puro de la naturaleza.
¿Habrás elegido volver a nacer? Si. En el momento preciso
que desafiaste el destino para elegirme a mí. Ahora si quieres caminar por el
transito agonizante de la muerte que se provoca, habrás decidido abandonarme en
mi ritmo y volveré a los flamencos sin ruido y con eco. A las fotos imaginarias
de nuestros besos y miradas. Estaré bien por que por fortuna el tiempo a tu
lado fue hecho solo para amarte, aunque hoy tu ilusión no parece ser yo.
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