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Esperar, una batalla mía y sólo mía.

Me propuse no esperar más y aquí sigo, mendigando todo y nada, con la absurda esperanza de ser para ti el deseo de morir y volver a vivir.

Creo que no tendremos el tiempo suficiente para reponer los daños, creo que el tiempo que nos queda lo gastaremos esperando y así quietos con tanto frío llegaremos a ese desolador paisaje en el que ni tu ni yo tendremos el más noble sentimiento de querer sentir, de querer hacer.

No habrá silencio que nos castigue, ni angustia que nos perpetúe, más que mis ganas de cerrar la puerta. Lo malo es que cuando golpees yo seguiré ahí, como un niño que espera la luz para salir de ese vientre irrisorio, quebrado por unas crudas pero eróticas contracciones. Dime que no harás nada, y yo sola sin la inicua ilusión haré de mi una figura incomparable de dolor y rareza.

No quiero más de tus llamadas. Sabia que la primera en caer sería yo. Por qué dije que sí, a los fantasmas que viven de una buena intención, por qué no te castigue con mi fuerza y mis ganas de ser yo. Cómo volví a caer en ese cuarto oscuro, de mal olor y sin cuadro alguno. Por qué te dejé lo mejor de mi una vez más. Dime al menos cómo hacer para no sentir la orfandad de mis días o dime al menos cómo me hablas aun con la autoridad corrupta de los gobernantes. ¿Por qué te espero, por qué tengo miedo?

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