Diciembre no avisa que el tiempo se hizo río y que no hay puentes para cruzarlo. Mis normas me llevaron a cruzar la calle y verte pasar como la nostalgia que piensa en tu olor. Me animo a olvidarte en los días que dejo de fumar, pero el espacio que guarda tu aliento te implora, te filtra en la sangre y te vuelves llanto. Mi plan cada mañana es volver a tus besos y luego cerrar lo ojos para verte marchar. Las mentes tóxicas de los que nos encadenan, solo saben exprimir a las almas unidas por el verso y el poder de los verbos ásperos que en sus manos son caricias a la distancia. Tus ojitos de oasis me han dejado sedienta, me provoca adorarte en la lluvia que dejas a tu paso pero el clima y su secreto elevan tus gotas y ya no hay retratos que quieran dibujarte. El horror nos abrazo y condenó a nuestros ojos a comunicarse desde lo injusto del silencio y la añoranza, nuestra piel es toda una cicatriz y arde, arde la ciudad que gobernamos.