Qué mal negocio darte el corazón, ignorar la pesadilla y creer que puedo resistirme a las despedidas. Tendrías entonces que volver a nacer, para ser mi amante, tendrían que volver a revestirse de verde las hojas caídas que se despedazaron entre las corrientes, para tratar de guardar nuestras historias de diamante entre mi pecho y bajo el sol.
Tú, con tus modos indolentes, me escribiste tu nombre en la frente y volviste a desaparecer. Todo debería arder. Te gusta extrañar pero no sabes querer. Me has atado para hechar a correr y este monstruo al que le temes es el mismo que alimentas por tres veces. Tu maldad suele ser inconciente pero siempre estas revestido de fatalidad. Del pasado saltas al presente y otra vez empiezas a desaparecer.
De fatalidad esta hecha tu furia de circo y de absurdo rencor se reviste esta bruja. Hoy detesto el futuro, el mismo que nos hizo suponer la inmortalidad del cuerpo como el niño que nace y se cree eterno en los brazos de mamá. Si este día está oscuro es porque no tiene razones para abrazarme y me abandona a la falta de palabras, al oscuro odio que juega como un diablillo entre mis piernas, mis malditas piernas inquietas.
De tu lista de faltas que he cometido, enumeras al menos 100, todas las cosas que te daba, las mirabas con desdén, de este juego de traiciones no entiendo si yo era la puñalada o si yo clavé el puñal. Ahora mi rutina es tragarme las noches por ahí, con alguien como tú que supuestamente me quiere sobre sí, de mirada reptil, de besos de esquina y cuerpos como un cuchitril.
Pero... el cuerpo es animal y se alegra al verte, aunque ya no te tenga... las piedras que ruedan no recogen moho...
Pero... el cuerpo es animal y se alegra al verte, aunque ya no te tenga... las piedras que ruedan no recogen moho...
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