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En La Tercera Esfera

Si tu voz no está, me duermo con el rastro de tu piel, que en coincidencias habita entre mis libros. Volví a escribirte cartas con mis ojos, entré en el juego cotidiano de esperarte cada mañana entre silencios. Sé de ti y de tus días, de tus stacattos que me bañan de aire y me hacen melodía. Las noches vienen con el deseo de mi amigo el escritor, él dice amarme y yo respondo a sus secretos sin querer creer nada.

Mis rastros se han quedado en un hospital, en unos brazos débiles y en una pequeña boquita. Voy por la calle ahora con la cintura rota, tus brazos me faltan y tu sutil manera de llevar la ropa, me muestran la estupenda puntualidad de tu cuerpo en mi tiempo y en mi espacio. Vas y vienes, traes algo contigo que no puedo entender y mucho menos poseer.

El cielo trata de encontrarme y yo sigo adentro, bailo al compás de nuestros gustos, de nuestros anhelos. ¿Sabes cuántas veces puedo despertar aferrada a tu alma? Las noches me han llevado a ti, te sueño todo el tiempo y sé que alguna vez fuiste mío, algo por dentro te llama, algo me obliga a guardarme para ti, a dejarte una puerta abierta a dejarte nacer desde mis fantasmas, mis rutinas, mis simplezas, tu ausencia.




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Ilustración de  Raffaele Marinetti El espacio entre los dos puede llamarse distancia, pueden denominarlo lugar, tú tal vez le dirás no lugar, yo le digo tiempo. Tiempo que atraviesa atmosferas, que se carga de energía, que también es compás y pista de baile. Ese espacio que ahora es tiempo también es dueño de la piel, le plancha sus pliegues de extremo a extremo, se hunde en ella, la moja y la bautiza con los linajes infinitos de la humanidad. Ese espacio invisible como pisadas de reloj, susurra el monólogo del sexo, te llama por tu nombre, te pide que no le sueltes, que le muerdas y que le beses, que le reclames con la mirada los papeles indivisibles de una magistral actuación. Ese espacio que es tiempo viene por ti y por mí, nos captura en el imposible descanso del placer y en el exceso llama al sudor, se prende del pecho agitado que busca el cielo, intentando encontrar en él los picos más altos de una paz de nieve, de blanco orgasmo, de líquido y tórrido orgasmo. ...

Alguien Tiene La Culpa

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