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La enfermedad

Tengo guardada en el alma la deuda más grande que pueda generarse en la vida. No se trata sólo de mi sueño, sino del sueño infinito de mis viejos. Llevo cuatro días en cama, sola y papá viene todas las  noches y me observa en llantos, mamá pasa por las mañanas y me aplica los medicamentos. Ambos le temen como yo a la noche, porque cuando llega trae consigo a la soledad y ellos me abrazan, me secan las crudas lágrimas, me quieren distraer de la trampa del dolor pero es lógico que el día que elegí mi destino nunca nadie permanecería a mi lado en las noches. Hace una semana papá cantaba para mí en una serenata, recordaba que sus metas no eran sólo sus sueños, sino que eran mis ojos llenos de vida, pero no lo logró, nunca fue así. Yo y mis pésimas elecciones lo llevaron al fracaso, a verme sola, destrozada y olvidada, como si a mis ventitantos yo fuese como la mercancía recién salida de la fábrica, pero puesta en la góndola de ofertas por defectos.  Papá y mamá se convirtiero...

Carta a una constante despedida

Cuando tuve que resignarme a perder la partida en un proyecto de vida que creía mío, me di cuenta que no solo con él, se iban los recuerdos, las ansiedades y los propósitos, había algo más que debía acostumbrarme a dejar ir, cuándo ese momento llegaba cada 15 días exactamente, el espíritu se me desangraba, el llanto brotaba a gritos por mis ojos que alguna vez, una primera vez prometieron aferrarse a tu luz. Cada viernes las manos rasgaban la tierra, era mi cuerpo desprendiéndose de su parte más vital y es que siempre a las malas y por culpa de mi presión descontinuada nos obligaron a romper el cordón que no unía. Cuando naciste no era hora, pero ese episodio de dolor que desgarró nuestra unión me hizo notar que eras la parte de mi ingenua vida que más iba a necesitar, solo así permanecer en paz conmigo, con la razón y con las inconformidades de tu padre, sería más llevadero que incontrolable. Él me castigó con sus odios, me tocaba solo para repudiarme y en seguida la deud...

Querido:

H ay un lugar en mi planeta, en mis días, ese lugar alberga tu voz y con ella sueño. Los árboles tienen tu forma y las mariposas arrastran de las flores el olor de tu cabeza y sus descabellados pensamientos. En mi hogar gobiernan tus días soñados, cada objeto es un pretexto para acostumbrar la ilusión de conservar tu recuerdo como las flores, que eternizadas, alimentan mis paredes. El agua de aquí, además de nutrirme las lágrimas, resbala en la piel que por horas solloza epis odios de espumas bajo la regadera. Las sillas evocan el tacto y a manera de estalactitas clavan los poros como si tus manos aun insistieran en aferrarse a los latidos que ya no pretendes. Aquí en esta cama una almohada reemplaza tu calor, no es lo mismo, sigo sintiendo frío en el verano, eco en mis preguntas y orfandad en el pecho, el vientre me llora tus fantasmas y los ojos te cuentan cada mañana que ya ni duermo, que derraman tu vacío inquebrantable como si el mar habitara dentro de ellos y mi planeta cada vez...

Razones Al Olvido

Hubo un día grandioso, especial. Ese día iba a ser inolvidable, sin embargo las cosas se hicieron intracendentes el día que morí, el día que la otra parte tuvo el valor o tal vez el miedo de negar que juntos estuvimos de frente a un altar donde el amor se evoca en el sacrificio. "No fue nada, nunca pasó" Supe que mentiste para agradar. Me negaste aún cuando yo mantengo tu memoria en casa, aún cuando sigo escribiéndole a tu alma perdida en el infierno del mundo, de la obviedad. Rompiste el pacto aún en lo más profundo del alma, donde se supone que quedaría guardado nuestro encuentro, nuestro amor. Todavía me quedan algunos cigarrillos para dibujar tu ausencia entre el humo. todavía me quedan noches de sábado, ahogadas en licor y lágrimas. Todavía después de descartarte, me queda la nausea de nuestros días juntos. Sabes, algunas mañanas me detengo ante la cama, me veo sujetada al espejismo que me dejas cada domingo, las mismas lágrimas de cada día en que me sujetaba...

Punto Final

Siento que el cuerpo me sigue narrando historias del pasado, todas las noches mi mente no hace más que pasearse por momentos que no han sido pero que siento míos. Todos los días te veo, me ahogo y hoy muere una gran parte de mi. Me despido sin más que las perfectas palabras. Me deshago aquí, con la voz del dolor, la necesidad de ir a abrazarte y decirte que este último paso sigue siendo un grito eterno que me rompe los tímpanos. Te dejo ahí junto a las hojas del final, junto a la despedida de los puntos suspensivos que acaban en uno solo y sin continuación. Fuiste la ira de esta lucha, siete horribles meses de horas inagotables, de angustias, de deseos frustrados, de intentos fallidos.  La promesa fue hasta la muerte, la promesa finalmente no fue entre los dos, resulto ser solo entre yo y mi terrible necesidad de darte cada día la inmensidad de mi lealtad. Te proclamé como mi fuerza y mi ilusión y eso serás por el resto de mis días, aquí, guardado en mi silencio, mi acal...

Permítame decirle varias cosas:

1. No tiene que simular algo que no siente, grítelo y vívalo. 2. Mis tiempos con usted son los más perfectos. 3. Yo si tengo derecho a fingir y suponer que soy una mujer de hierro. 4. La odio a ella la muy puta que no sabe más que cruzarse en mis panoramas emocionales para matarme de frente a usted. 5. Le creo aquello de la carta, aunque me sorprenda, ser motivo de su escasa inspiración. 6. Me iré de su vida, pese a que existe un brillo en su mirada que me perturba. 7. Mis sueños son meras pesadillas de triángulos y desastres entre los dos. 8. Ya no me gusta estar para pensar en esto. 9. Lo pienso. 10.  Aun lo amo. 11. Me lo niego y lo reprimo.

Septiembre

Empezaba un momento de recetas, secretos, simulacros y destinos encontrados a la fuerza y muy tarde. Habían pasado seis crudos meses en los que yo andaba en el ir y venir del sexo con un desconocido, la rabia la de soledad, el miedo a la oscuridad y el llanto por sentirme derrotada. Sin embargo en ese tiempo seguí acunando sus vacíos en mi vientre, le dejé llegar a mi una y otra vez aunque sentía que se me desgarraban las entrañas y que un feto gritaba irrisorio como quien sufre por estar allí en ese cuarto húmedo y oscuro lleno de trampas, mentiras y placeres fingidos. Los días, además de envejecer las ganas, nos alejaban. Cuando volvimos a vernos nos hacia el espacio una jardinera de un sitio rudo, frío y estúpidamente político, nos odiábamos, no soportábamos seguir apalancados en la rutina de poderes, aunque su mirada sin necesidad de dilatarse ante mi, me rogaba, me pedía a gritos que no le dejara ir. La vida me había puesto en la magia de la receta que es encantadoramente...