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La enfermedad

Tengo guardada en el alma la deuda más grande que pueda generarse en la vida. No se trata sólo de mi sueño, sino del sueño infinito de mis viejos. Llevo cuatro días en cama, sola y papá viene todas las  noches y me observa en llantos, mamá pasa por las mañanas y me aplica los medicamentos. Ambos le temen como yo a la noche, porque cuando llega trae consigo a la soledad y ellos me abrazan, me secan las crudas lágrimas, me quieren distraer de la trampa del dolor pero es lógico que el día que elegí mi destino nunca nadie permanecería a mi lado en las noches.

Hace una semana papá cantaba para mí en una serenata, recordaba que sus metas no eran sólo sus sueños, sino que eran mis ojos llenos de vida, pero no lo logró, nunca fue así. Yo y mis pésimas elecciones lo llevaron al fracaso, a verme sola, destrozada y olvidada, como si a mis ventitantos yo fuese como la mercancía recién salida de la fábrica, pero puesta en la góndola de ofertas por defectos.  Papá y mamá se convirtieron en mi única salida, siempre ellos lidiando conmigo, como una bebé incapaz hasta de encontrar razones para llorar. 

Alexander apareció desde su infierno, me dejó un mensaje en el que parecía arrepentirse, confirmaba que aunque no lo manifestara sentía culpa y que esperaba dos únicos caminos en mi vida: poder reparar el daño que me causó o que alguien pudiera hacerlo por él, como si en este mundo la misión de alguien sea reparar los errores de los demás. Pasó la semana y parecíamos buenos  amigos, caí enferma y se esfumó pasó solo un día, me preparó la cena y se fue, se fueron juntos. Y la enfermedad creció en mis labios como un Cancer que entiende que no debe dejarme hablar, porque los lamentos son mi arma más letal.

Cuando supe que estas últimas noches las había llorado en vano porque pensaba en su soledad y sus esfuerzos laborales, quise ponerme en pie, le dejé un mensaje y con el dolor en los labios le insulté, lo maté con mis palabras, lo borré de mi destino y lo inundé en el fango de mis desgracias. Luego hable con Bastián, nunca lo había mencionado, pero fue con él con quién en repetidas ocasiones me saqué la basura del ego de Alexander, teníamos sexo como los buenos amantes, me hacía todo lo que su novia no le permitía hacerle. Y como siempre, hablamos de sus sueños eróticos y la razón por la que insiste en querer tener sexo conmigo toda la vida, le dije que estaba enferma y me despachó con un "cuídate" y bueno, mientras eso hablábamos, Alexander apeló a mi mensaje y yo con mi valentía de puta solo pude llorar mientras le decía: "sigue destapando premios" sé que no fue la gran frase, pero cuando el ego se enferma no hay guerra que aguante flechas tan venenosas como las mentiras de la mirada en Alexander...

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