Hubo un día grandioso, especial. Ese día iba a ser inolvidable, sin embargo las cosas se hicieron intracendentes el día que morí, el día que la otra parte tuvo el valor o tal vez el miedo de negar que juntos estuvimos de frente a un altar donde el amor se evoca en el sacrificio. "No fue nada, nunca pasó"
Supe que mentiste para agradar. Me negaste aún cuando yo mantengo tu memoria en casa, aún cuando sigo escribiéndole a tu alma perdida en el infierno del mundo, de la obviedad. Rompiste el pacto aún en lo más profundo del alma, donde se supone que quedaría guardado nuestro encuentro, nuestro amor. Todavía me quedan algunos cigarrillos para dibujar tu ausencia entre el humo. todavía me quedan noches de sábado, ahogadas en licor y lágrimas. Todavía después de descartarte, me queda la nausea de nuestros días juntos.
Sabes, algunas mañanas me detengo ante la cama, me veo sujetada al espejismo que me dejas cada domingo, las mismas lágrimas de cada día en que me sujetaba a ti, sin querernos soltar. Dime, ¿No llevo conmigo el contraste adecuado, como para ser reconocida en tu recuerdo como tuya, eternamente tuya? Las lágrimas enjugadas en la piel de otros me cortan los ánimos, la sexualidad desfallece, sigue plena cada día pero ella por su lado y yo por mi costado.
Tengo el pulso obligado de los relojes, me aferro a un tic tac que no se detiene ni en cada suspiro de esta injusta melancolía. De ti no pido apellidos, ni locutores de radio que me hablen sin tanta audiencia a las 5:00 am. Tengo además un traje en seda para abrazarme a tu vacío y suponer así que estás aferrado a mi alma. Pero los ojos los tengo oscuros, perdieron su color, el encanto para ti y la visión de tenerte para mi algún día.
Escucha esa voz, mi voz, está por desaparecer. Duele la garganta, se quiebra el tono de mis gritos, se ahogan los fonemas en gotas escasas de licor. Llevo días tratando de ultimar los detalles de esta carta, de esta estúpida carta sin destino alguno. Por aquí siguen pasando ruines los poetas, la putas y los perros. Se oyen en la calle a las cantadoras del lamento, dicen algo relacionado con llantos y dioses, hablan de que en su alma habita la soledad. Ahora bebo de un frío café que había preparado en la mañana, cuando apenas pensaba en el sueño que había tenido contigo, allá en medio de flores amarillas y un par de hormigas diminutas, oscuras y solitarias.
Allí sobre la mesa, llena de libros sin leer, postales de mamá, fotos de amigos y recibos de bancos, reposan las 73 cartas que nunca envié y las 96 notas que huelen a ti y a mi, a nuestras almas hechas un solo planeta. Sobre aquellas letras viajan las constelaciones de noches infernales, frías y custodiadas por gatos apareándose en tejados. Gatos...
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