Como es costumbre, ya me había ido de la tierra, para agarrar un
poco de ese estado andrógeno y libido de la feminidad, ya no me ahogan tanto
los problemas del amor, pero si me dejo consumir por algo que aquí se le llama
esquizofrenia.
Mi romance sigue igual, aunque de vez en
cuando me sorprendo aun por los sobresaltos de la convivencia. Esa horrible
manía de él que me obliga a mantenerme en la orfandad absoluta, ahora las putas
deudas me consumen, pero todavía considero que es tiempo de vivir apenas debajo
de la sombra. Y sí, porque por más que trate de salir, así sea sólo para asomar
la cabeza, no falta e ruido político que crepita por estos días las sórdidas
calles con olor a asfalto más que a humano. Unos se creen superhéroes y otros
con la cabeza llena del Espíritu Santo pretenden parecerse a Dios.
Ya no hay humanidad, sólo manadas de lobos
que se revisten de humanos, para parecerse a algo que vive, que respira y que
de vez en cuando siente. Nuevamente se oye el ruido de la nostalgia, la vida
parece de marfil, fría y seductora, encantadora; esa absurda sensación de
tenerlo todo, se parece a la invalides del alma. Cómo un elefante que pierde su
carácter, que pierde su rudeza, por cuenta de la mafia.
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