De nuevo estoy aquí, me tocó. Tuve que volver a la rutina absurda, en la que lo único que se escucha en medio de tan insolente soledad, es la voz de la muerte taladrando cada recoveco que busca escapar del dolor y la angustia que deja la incertidumbre de estar o no aquí. Ahora debo pronunciar algo, debo comunicar algo diferente a lo que ya he dicho. Quedarme o irme no es la solución, se trata de estar donde sea pero con la valentía que me permite estallar segundo a segundo mientras la voz, que no es tuya, me dice que no valgo nada y que quizás ya no existo tan cercana a tu corazón, pero cómo, si suena más el palpitar irrisorio, estridente y angustiante de tus sentimientos, que la negativa de mi distancia. En efecto, ya no estoy ahí, estoy a un lado pero no ahí donde se supone que debería estar. Mi voz es nada y suena más el viento cuando está quieto, que mi voz hecha movimiento. Ahora sólo pienso en una cosa y es algo que sin duda me arrastra a otro panorama, me contrapone a...