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No hay peor castigo que extrañarte

Oigo voces que no me dejan olvidarte. Siento la necesidad absurda de pensar en el pasado y recrear mi vida a partir de ello. Quiero cerrar los ojos y huir de todo, de los mismos sueños, de tu olor, de tu conciencia y de tu mirada. Veo que el resto del mundo anda preocupado por otras cosas que parecen importantes, se convierten, sin embargo para mi, en minúsculas acciones que no me tocan, no me hacen más daño que tu partida.
 
Toda la noche estuve hablando con mi pálida conciencia. Creí posible detenerlo todo, ausentar el odio y tu desapego, pero no, nunca pasó, fue solo el alegato de mi alma que me reclamaba por haber callado, por haber omitido. Sí, es mi alma la que está sola en ese rincón de la sala, se siente fría y flaqueada. ¿Quién pudiera si quiera al menos borrar el sabor de tus besos? ¿Quién pudiera anular cada caricia, cada instante en que te dejabas al abandono de mi ser, así gota a gota?...
 
Ahora bien, sé que debo ofrecerte mis disculpas, lo he hecho varias veces pero jamás ha sido suficiente. Aun con todo esto sigo quieta en mi necesidad, la de amarte sin limitaciones, la de darte de mi el calor que sé qué ahora necesitas. Déjame volver en forma de recuerdo cada noche a tu lado, déjame estar ahí mientras haces tu café, mientras escuchas tus canciones, mientras viajas por toda la ciudad. Déjame dormir en tu velada, déjame volver a eso que te falta, déjame cantar en tú cabeza, permíteme escribirte hasta que tu alma sienta la necesidad de oír mis palabras.
 
Quiero verte reír y reír y luego llorar en un abrazo que es nuestro mayor secreto. Volvamos a nacer, para que mis ojos te enamoren de nuevo, para encontrarnos en un café, para besarnos el rostro y para empaparnos de la magia que trae la lluvia para esta época del año. ¿Recuerdas nuestro juramento? El de la sonrisa inmaculada y eterna que nos dejó la fertilidad de la vida y nuestra ilusión de darle al mundo nuestro amor hecho hombre.
 
(Para hacerte el amor, solo necesito hacerte palabra)
 

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