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By LaMirona |
La lluvia cae por razones obvias para nosotros, llega justo para aquellos que no paramos de darle crédito a las voces. Tengo los ojos vendados por tu mirada asustada, sigues llorando, eres de mis brazos la necesidad de abrazar, la piel se esfuerza en encontrarse contigo, y apenas me sorprendo con lo que encuentro en tu mente, eres un pequeño atrapado en los esfuerzos de sobrevivir al suicidio. El pecho se me ha dilatado, las mujeres son al final las virtuosas, nacidas para cantar y romper aromas, miedos y cuerpos a la mitad.
Volví a encontrarme con la niña que pasaba las tardes enteras quieta sobre su cama, tratando de entender ese salón de voces. La bruja dice que es un don, qué es mi angel tratando de decirme cuántos encuentros tendré contigo. Vienes con los pasos iguales a tu forma de acariciar, esa práctica que involucra tu mirada color bosque...
La injusta mujercita que escribe rutinas de una viuda, permanence aparente, es la misma que se ha podido sentar frente a ti, discute sobre tus miedos, llora dentro con forme le cae la lluvia en el rostro, odia tener que verse al espejo y volver a las pesadillas de Norma, de Carlos de Juan. Sigue sin confesarse, condenada a las noches de sombras por toda la casa, busca hacerse pequeña, tratando de reposar su cuerpo en las almohadas para que su espalda nunca roce el vacío.
Tengo frente a mi rostro un espejo sucio, corroído por la maldad de las obligaciones, me has hecho temblar, las manos están más frías que de costumbre, respiro porque me toca, te espero porque sé que no vendrás, es mi mejor apuesta: hacerme sufrir para no callarme el anhelo de poseerte. Ahora estamos en un inmenso lugar tu y yo, la distancia equivale al número de pasos que puedo dar una noche en tu habitación.
Trato de hacer ruido para que mis pasos te indiquen el momento de despedirnos, vuelvo a sentarme, hago un par de líneas más, las vuelvo a borrar, me burlo de las melodías corruptas, hechas por un juego de niños. Tranquila como si las obligaciones pudiesen esfumarse con tu aparición. Me quedan varios pies para llegar a nuestro hogar, ese que con dulzura supuse para los dos, eres la voz que me aguarda en el espejo, debo desnudarme frente a tu espalda imaginaria, creerte presente sin averiguar el futuro, jugar con las manos, más que con las sombras, ignorar a los ángeles, porque el agua que cae para bañarme, es la dulce voz tuya que sólo en público se atreve a ser suave. Estás aquí para creerme tu mejor paisaje, has venido a mirar si permanezco, si mi labor de crearte sigue siendo mi mejor rutina y yo adorno con palabras el tiempo que me otorgas con extraña picardía.
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