De nuevo. Otra vez. Tengo el lazo palpitante del corazón entre mis piernas. insisto en aferrarme a la necesidad de arroparme con su sombra. Nunca tendré palabras porque me siento huérfana. Abráceme si puede y cuando no pueda cierre los ojos como quien parpadea para escaparse a la fiesta del cielo que está por caernos.
Somos la muerte y la vida servidos en la misma mesa. Déjeme ser la sal que se le cuela por los poros en forma de agua. Sí, estoy nerviosa porque me adentro en sus ojos, me dejo perder en el recuerdo de usted debajo de mi. Tremenda nobleza que adorna la fantasía de adorarnos sin verdadero amor. Ahora nada puede ser mejor que tener vivos sus labios en los míos.
Lo pienso y de inmediato me embriago, no porque el licor lo haga más fácil, es porque tiene el poder divino de arrojarme al deseo inmediato, de acabarme sobre usted. Otra vez me palpita el deseo, es como el lenguaje de un cuerpo que quiere acostumbrarse a su forma. Usted está hecho de viento y en él me atrevo a volar, quiero su cielo tanto como admiro el mío. El diablo no me asusta cuando me susurra el daño que le hago, sólo me atrevo a dejar fluir este palpitar por mis piernas. ¿Sabe cuál es la palabra más bella en el mundo? Lubricidad.
Tengo la garganta empapada de usted, todavía. Es como el trueno que asusta pero a la vez consuela porque avisa que la tormenta no durará siempre. Treparse por las ramas es mi opción para darle vida al alma. me sobran las ganas de quererle... Destino, esto es destino, no respeta horarios, no hay fechas, no hay negociaciones, sólo silencios que lo cuentan todo. Puede usted morir en mi cuando lo decida, mi voluntad no es necia, es generosa. Venga a morir en mis cabellos, como el agua cuando se llueve, venga a morir como sólo puede hacerlo Dios, sin que nadie le descubra.
Cuénteme historias, deme la gracia de darme cuenta que volvió a pasar. Si se fija bien, usted me adorna, aunque camine descalza por su casa, aunque no le hable, aunque baile sin que pueda mirarme, cada desplazamiento mío es suyo y a la vez dejará de pertenecerle. Sea ladrón, sea malvado, vuelva a lastimarme eso que usted considere suave, frágil, simple. Yo me dejaré mirar de arriba a abajo en lo oscuro, en lo que brille.
Yo soy esa flor que no estará en su tumba, su batalla jamás librada, soy su herida inexistente, soy su tempestad celosa, su soledad, su veneno, soy esa noche que no llega, soy el pulso de sus venas, soy la cruz que lleva, su vanidad secreta y sin nombre eso seré. Si me deja seré su vacío en el alma, su deseo de escapar, su terca felicidad, su libertad y su esclava sólo de madrugada. ¿Sabe cuál es la palabra más bella en el mundo? Lubricidad.
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