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Photo by Nona Limmen |
Se
le salían de las manos, una a una las espinas de una flor que ni siquiera de su
semilla escapó. La niña era entonces más niña que nunca; aguardaba miedos,
llanto, la propia piel le ardía con la sal del remordimiento. Ya habitaba esa angustia
desde hacía 26 días, había bebido cada noche, dejó de hacer sus epístolas al
viento, se mintió, se llenó de razones, volvió a ignorarlas y cayó en una
trampa para ratas, acorralada, con el corazón a mil sin temerle al riesgo por
su enfermedad.
No
tenían entonces los otros la culpa de todo, ella se había inmolado porque era
lógico que desprenderse con dulzura haría más intranquila su muerte y ella
estaba acostumbrada a irse del amor por la puerta grande, dejando a sus presas
inmóviles, en la red de sus sueños, con la saliva pesada en la garganta, con la
agonía y los gritos retumbando en la cabeza, con las calles invadidas de su
aroma y cada luna hablando en voz baja a los oídos de sus amantes: "llena
de gracia" su nombre y su piel.
Como
castigadores puntos suspensivos hechos en habitaciones pagadas, de despojos al
final y de adrenalinas escazas, la niñita habló, dijo que remendarse era
posible tejiendo retales y pegando botones para unir nuevas pasiones. ¡Pobre y
maldita criatura! ahí va sonriendo, tendiéndole trampas a la lluvia, sin tener,
sin ofrecer. Su calle va, pero no vuelve, perdió señales, normas, horarios y
trenes. Su apellido es el verbo que piensa en su propio olor:
"nostalgia".
El
'febrero de desplantes' terminaba su 28 en silencios, en luz sin sombra, en
aire sin dibujos, con el puñal en su estómago. Se marchó para siempre, entre
los musgos del bosque, abandonando esas noches que vio nacer y que le
pertenecieron a él. Esta vez ni leña para el fuego quedó, no hubo otra canción
para descansar, no hubo casa, no hubo camino.
Y
rezó el cielo, su ley, su maldición: Ahí va la niña, con un corazón de puertas
cerradas y otras abiertas, a veces saliendo y otras veces entrando. Ahí va la
niña que al viento se entrega, perdiendo cosas y aceptando otras. Ahí va la
niña que es árbol, que es libro, que es ave. Ahí va la niña a la que le queda difícil
ser, y cuando lo es, no es lo que debe ser.
Adiós.
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