Quiero recordarte mientras imagino un trayecto absurdo en un auto cualquiera, no conservo la dirección pero sé que estoy cerca a tu casa. Es la maldita costumbre de abrazarte en la distancia, de ignorar las señales que al compás de una luz roja nos obligan a frenar. He cantado para ti, he esperado horas la cita que nos debemos y te ignoro todo el tiempo.
Ayer hice el amor toda la noche, desperté con los besos de ese hombre aferrados a mi pecho y nuevamente lo deje entrar. Luego vi el techo arropado con la luz del día, vi sus curvas de aire ondeando como la danza de una bruja que invoca nombres sin ruido, cerré los ojos a la tarde pero no pude ignorar de ella aquello que se esconde: nuestros cielos en distinto mapa.
Ven aunque te haya reemplazado, ven a cuestionarme desde siempre, desde el alma, ven y vuelve a suponer estas historias, siéntelas tuyas y regresa a tu vida de incontrolable duda. Estoy ebria. Estoy maldecida por el refugio esporádico del licor, vuelve a mi, al papel, al engaño de tus ojos que me han mentido, repite la palabra 'jamás' que todavía no logras definir y a la acción del incapaz que en la costumbre cree sobreponerse a alguien como yo, alguien que es demonio y animal, luz y tela, viento y voz.
¡Estoy ebria de melancolía! sentada como una niñita sobre las raíces de un árbol, tengo tus letras sobre mis piernas, un maldito dolor en el pecho que estalla sobre tu supuesto y mi verdad. Mis ojos no han dormido, mi cuerpo se tambalea con el viento y muero de sed. El viento con voz de llovizna me susurra las respuestas, la definición exacta de lo que representa mi amor, su singularidad en lo dinámico, que lo aísla de lo común, del amor con acuerdos, del amor que espera en el tiempo para hacer familias y de la bendición de un dios que aun no nace y castiga mis sueños desde ya, desde la cuna, desde el primer intento.
Mis descubrimientos se aferran a las ganas de encontrarte, la casualidad se precipita a los abismos y mientras la triste criatura baja tu empiezas a subir, llegas y yo me debo ir.
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