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Ambivalencias, hermosas ambivalencias

Habíamos fingido meses atrás. Apenas por momentos las palabras se cruzaban, como si la cortesía sirviera en momentos en los que la pasión desborda por las orillas de los ojos que simulan indiferencia. Teníamos varios Pre-textos, Unos figuraban como glosas de un texto, otros diálogos como onomatopeyas y figuras de dos piezas, diástole y sístole.

El olor de lo humano y sus licores, los vicios y los pre-jucios habían ganado sentido. La luna variaba su significado simbólico. Las terrazas existían como rincones del cielo. Eras tu como cuando nada tan básico podía contagiarte. Tuvimos los segundos como eternidades en un plano de intrigas y la mejor sexualidad. Aferrada a tus tatuajes como una medusa se cala en la piel de su víctima, tuve que entender que la mujer de tu diestra no era un simple ser de la noche, sino que era el relieve de mi cuerpo aferrado a tu destino, a tu recuerdo, a tus reflejos.

Ahora que estoy lejos de las cartas y las canciones no siento más que al mundo distraído, envenenado por las falacias y es que así como la tierra se descompone, ella lleva en sus años la culpa de los egos y el fracaso que deja su orgullo, es fea como las materas de Daniela sobre su escritorio, sus hojas tienen el negro básico de los doctorados y los cocteles plagados de sonrisas porque allá van quienes no tienen el chance de alimentarse por si mismos y parecen pirañas atacando la dicha de otros. Su sonrisa no es más que la sangre de quienes murieron ahogados en su ridículo activismo. Es como los paralelos en un radar, no puede dar más que un lugar.

Del mismo modo en que las estalactitas señalan el suelo, ella juzgaba mi ambivalencia, y es que un espíritu quieto no puede con las mareas, era una mujer tan predecible en sus conflictos que no ganaba más que por sus caprichos de veterana jugando a ser una jovencita de carácter rebelde ávida de hormonas. A ella le faltaba aquello que él no podría encontrar,  la fortuna de decir adiós sin tener que cazar un tren, el seductor lagrimeo de quien sufre por la luz, la sombra que oscureció su casi ideal historia de amor, el jersey que yo no tengo pero que me abraza sin que bastase una presencia, la lúbrica idea de ser leída poro a poro y los látigos de lucidez que suman a mi precisión.

Aquella inquieta luz estática insultaba su mismo nombre, sólo bastaba seguirla para interpretar que su vida entera era una constante queja entre la hostilidad de los bancos, las puertas cerradas de restaurantes con empleados hechos de metal y aroma a fritura. Elegir hacer mal para mi no es tan cruel pero para ella es el intento por encajar en la burla tradicional de arlequines que entre gritos reclaman sus noches perdidas, y es que él después de verle debía limpiarse las espinas del rosal con el manto que sus manos elegían tocar al final, mi cuerpo sirvió de culpa y acrisoló el amargo parecer de ese pescador, que pudo arrancar hasta la última flor sin dejarme marcas.

Ella pudo ser un arquitecto de planos lineales y perfectos, con resentimientos de papá y arrastrada por el mar y el viento. Yo con estas manos finas apenas pude hacer el juego del azúcar y la harina y luego pasar a verle muerto y si no era así lograr matarle una hora después. Mi Romeo de contratos y venenos, de insultos y bebés perdidos entre miradas desde el este, me bastaba la vida como intensión para hacer lo que nadie quiso intentar... 

Y si ella me pregunta habría que contarle no una historia en mi vida, yo la misma de los respingos y por gusto, amante de cualquier beso y de un simple dardo, acostumbrada a quitarme el peso con uno y de cajones llenos de otros, enamorada del resto, despistada con aquellos y seguidora a muerte de lo que antes de nacer siempre fue mío. Y dirán que siempre me conservo muy bien, es que en mi hueco pectoral guardo aquello de lo que ella jamás sabrá. Tarde como siempre acostumbro a perdonar, cuanto retrato de un Dorian deba sumar, diré que todo se trató de un año suave, eso gritaré ante mi presencia fantasmal, mientras otro amante me hará el mismo milagro. 

Ella insinúa que soy lenta, lo que no ha visto todavía son mis pies como centellas rasgando la ciudad, ella la muy puta con un gesto impersonal mandará a un sicario con orden judicial, pero antes hará una carta a los policías sufriendo por perfiles ficticios que narran la verdad, yo estaré danzando sobre sus tumbas y el delirio tropical hará que mi vestido de caza se enganche en las ramas y así desnuda no me tocará ni el tiempo ni la gravedad... Todo será lucidez y debilidad...



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