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Cáncer

El Doctor Mur dice que no es momento para una cirugía, que mi cuerpo todavía puede defenderse, que el cáncer está en la fase en la que todavía le falta un solo peldaño para hacerse mortal, dice que coma bien, que no piense en cosas malas, que me ría por todo, que juegue a los naipes, que salga de compras con mis amigas, que viaje al mar, que tenga sexo, eso sí con protección y hasta donde aguantar. Porque el cáncer está ahí, pero tengo que ignorarlo.

El cáncer está ahí, es el frío silencioso de la sombra, es el ruidito extraño en la sala a la madrugada, es la sirena que irrumpe el fluir del tráfico para acelerarlo todo un poco más, es tu llamada que aún no llega, es la lágrima que se dibuja sobre todo el cristalino del ojo pero hace lo posible para no alcanzarse a desprender.

¿Cómo ignorar el espacio vacío que dejas?
Si ya lo ha ocupado el cáncer.

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Espacial

Ilustración de  Raffaele Marinetti El espacio entre los dos puede llamarse distancia, pueden denominarlo lugar, tú tal vez le dirás no lugar, yo le digo tiempo. Tiempo que atraviesa atmosferas, que se carga de energía, que también es compás y pista de baile. Ese espacio que ahora es tiempo también es dueño de la piel, le plancha sus pliegues de extremo a extremo, se hunde en ella, la moja y la bautiza con los linajes infinitos de la humanidad. Ese espacio invisible como pisadas de reloj, susurra el monólogo del sexo, te llama por tu nombre, te pide que no le sueltes, que le muerdas y que le beses, que le reclames con la mirada los papeles indivisibles de una magistral actuación. Ese espacio que es tiempo viene por ti y por mí, nos captura en el imposible descanso del placer y en el exceso llama al sudor, se prende del pecho agitado que busca el cielo, intentando encontrar en él los picos más altos de una paz de nieve, de blanco orgasmo, de líquido y tórrido orgasmo. ...

Alguien Tiene La Culpa

No te alcancé en los aeropuertos, no vine por ti al truco de los sueños, tampoco te cité en la oscuridad de los museos, no hubo latidos míos rodando en el suelo. Llegaste a la madrugada, tus botas puntuales a la nieve helada, mientras tu abrigo travieso con el viento bailaba, el abrazo de nosotros ni el terraplén alcanzaba. Existen dudas, millones de preguntas, estrellas que confundo con plumas, y plumas que los ángeles traviesos lanzan sobre mis lágrimas caducas. Volaste y borraste desde el cielo el rastro ardiente de tu alma en mis entrañas, soltaste de la rama las semillas más extrañas, arrugaste el manto fértil que forma la telaraña. Ahora la viuda ha matado al poema, las letras no quieren existir, para decir lo que hay que decir, las luces apaga y cierra violenta la puerta, no sabe que sigue, ni lo que hay por venir.

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