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Foto de Javier Trinajo |
A esta madrugada la persiguen los gritos de la calle, el pujo de algunas parturientas y el calambre helado subiendo por mi espalda.
No tengo miedo y sin embargo me ataca el frío, se monta sobre mis pies y me duelen, me duelen los días que se acaban, me duele el tiempo en el que tendré que correr, me duele el suspiro después de la batalla, me duele la carne y me duele el alma.
Sobre las sábanas me alcanza el abrazo, la ironía y el llanto. Vengo y voy entre sueños, me sitúo en el pensamiento, intento no gritar pero no puedo, no quiero y siento. Siento el alma viajar en el tiempo, siento en la cara el viento de los camiones que entran a la ciudad y dejan rastro de mierda en la avenida, siento a las aves que duermen volando sobre su último sueño, siento la sed del diablo y siento la maricada que deja a su paso el miedo.
Todos los días son sábado, son el abrazo que me despide del sexo, son el parque de atracciones mecánicas cerrando sus puertas, son la alacena llena de pan pero vacía de gusto. Todos los días son sábado.
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