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Photo by Nona Limmen |
Retorno a la manera
correcta de mis estructuras mentales, a las invocaciones injustas pero posibles,
al poder de mi memoria con sus rincones incrustados, con bisagras llenas de
misterio que todavía no le liberan de este cuerpo. Espíritu dueño de las bestias
que en el campo me persiguen, venga por favor a adueñarse del compás los pasos
de mis fantasmas danzándole en las noches, mire que las ruinas de este misterio
nos sostienen y en las figuras de su música el silencio también es melodía.
Yo tengo mi ego
listo por domar, cada mañana me baño en leyendas de las formas en las que el
sol me ve despertar, envuelta en su apellido, sin cruces que me protejan, robándole
a la vida los pasos y creyéndome maldita, inconclusa, inesperada en sus brazos,
tan gemelo del otoño que no ha llegado y ya desaparece.
Estoy de pie, inmóvil,
frente el vagón, ni viene a aplastarme, ni me deja subir y a las rondas de los vigías,
el humo les dibuja ninfas danzantes de la estirpe de aquel cazador que disfruta
el sabor del valor y los juegos de puntería. Las palabras aquí ya no cuentan
nada, están puestas como una flor en medio de la vía, ahogada en el asfalto con
la absurda esperanza de sobrevivir.
Ahora que usted
no está, que no le veo, que a las cartas les cuesta hablar a profundidad de
usted y de su libertad, me rindo a su solemnidad, entregando un inventario de
episodios ya tragados por el mar, el desastre de una semana en la que no teníamos
de qué hablar y los días que amenazaban con acabar el mundo solo porque usted es
la amenaza del invierno del que no me
quiero desviar.
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