Silencio, porque
las olas rugen al cielo
las aves vuelan abrazadas
en su viaje
y la voz de la
diosa suena entre canciones.
El hombre le responde
a su encantadora magia
derramando
criaturas en su vientre.
Él con su voz de
trueno entre aquellas piernas
Condena el eco de
aquel templo
a olvidar los
otros apellidos.
Porque habrá
quien le habite a la dama
Así ella sueñe
con otra piel al viento.
Cuando acabe el
mundo hablará el fuego
Recordará con
lamento su legítimo lugar
Que estuvo donde
el viento amenazaba
Su posibilidad de
quemar.
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