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La Absoluta Nada Del Colibrí

A nosotras las aves nos es difícil silenciar el ruido.
Nos mesemos en los árboles y ellos suenan
bailamos por el aire y él nos silba
reposamos en los frutos y ellos desde dentro nos gritan el alimento
y viene el canto
viene mi voz, el frenesí repetitivo
la queja.

En mi latido de colibrí me viene el cansancio
el no querer sufrir
los tormentos porque el hombre, otra vez, me ha atrapado
y sus manos calientes parecen no querer estar aquí, pero tampoco me dejan ir.
Ese hombre con alas no es mi dueño y yo mucho menos de él
y contempla el paisaje
hay muchas aves, pero estoy yo
el ave azul que todavía no alcanza a entender
qué ven sus ojos
por qué no puede detenerse en mí, verme volar y desear como yo poder escapar.

Se pueden tocar las estrellas en el reflejo de las botellas sobre el suelo.
El hombre me hace el amor
pero a la vez podría estar pensando en ella.
La duda de las aves no está en echarse a volar sino en la rama en la que han de posar.

La sorpresa es que no solo aprendí a volar
también tengo alas para bucear
y mientras otras aves vuelan sobre mi cuerpo agotado
mi cuerpo sin alma
sin aliento
las quiero odiar.
Aves negras sobre mí.

Si no me dejas ser ave
Déjame ser apenas ruido
Ignórame
Devuélveme al nido
Déjame pluma a pluma
Que el viento pueda convertir mis cenizas
En nada
porque la nada siempre ha sido

el todo.

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