Y
entonces le diría con esta voz, que juega a ser dulce y agresiva, que lo quiero
cerca, que de mis piernas hace tres días brota una canción que lo reclama, que
le reclama a la vida, porqué hoy no está aquí, dentro. Y volvería mis labios a
los suyos, les otorgaría a mis manos la potestad de bailar en su piel, en la
piel de sus mejillas que me hablan cerca y me atrapan, en la piel de su espalda
que sobre mí es universo pleno de vida en cada rincón. Y bailaría sobre usted,
en la terraza de su torre, me abrigaría la cintura con sus manos, que como
hidráulicas se desplazan a mis caderas, luego a mis nalgas y de un brinco a mis
senos.
Y
lo abrazaría como a un dios que viene por mí, que ha llegado para liberarme de
los miedos, de lo que ya se me ha muerto y que, con un beso, lava por dentro.
Venga a este templo, venga que sin saberlo yo ya había invocado su valiente
corazón, venga que aquí hay un ritmo con las palpitaciones que ahora le esperan
cada que pienso en su aroma. Déjeme la piel marcada con su voz, déjeme el
rastro de un beso líquido, déjeme por dentro el camino marcado para extrañarlo
cuando ya no esté.
Y
así le habré hecho el amor, le habré embriagado con mi espíritu su garganta, le
habré ofrendado a sus manos toda mi noble criatura, mi canto libre entraría
como un pájaro a su memoria, porque ahora es suyo y mío, porque cada mañana
ahora será leyenda y cada noche será inmortal. Porque habrá hoteles como manos
y gestos como ganas.
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