Lo peor de la depresión es no poder demostrarla, no poder actuar conforme a su embrujo, y seguir despertando diario, preparar el desayuno y dejarlo enfriar, bañarse en menos de cinco minutos, vestir siempre de negro para no pensar en combinaciones, peinar el cabello de forma que haga más soportable la carga de la tristeza, salir de casa y recordar 10 cuadras adelante que al pobre gato no se le dejó comida y mirar por la ventana del taxi todo y ningún detalle, mucho menos los siete minutos de retraso de una última verdad que se dijo y que hubiera sido mejor callar. Otra vez llegué tarde...