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Foto: Diamantelocoo. |
De la sencillez de las putas heredé la sonrisa maldita con la que se buscan indulgencias y se ganan abrazos derramados. Entiendo que el juego de esconderse nos une, huir de ti, de tus pasiones y de tu negligencia no es una opción aunque es mi rutina. Tengo varias razones para confiar y muchas más para seguir seduciendo nuestras almas.
Voy a permitirme dejar el llanto a merced de nuestro sexo, es una manera oblicua de arraigar el verbo y tenerte y retenerte. Mañanas inundadas, sé que me observas, estás allá donde los ríos se han secado, donde nada puede entretener las golondrinas, donde la hierba quema, donde no eres tú y tratas de suponer que la luna te ilumina, te eclipsa.
Suenan tambores, cueros rotos, olores de leña y condenas de alguien que no puede olvidarme. Dame tu aroma escondido en tus cabellos, dame la piel resquebrajada con la que das abrazos. Tráeme la arena y tu nueva pena. Estoy concentrada por la melodía, bailo sentada, me acelera el pulso eso que dejas ver. Lamer, nada más.
Aire, gritos, feromonas, lejanía. Me despido y los luceros apenas encienden, dibujo tu mirada con tantos suspiros. La traición nos hace, nos obliga a encontrarnos porque no hay nada mejor que estar el uno dentro del otro mientras un tercero cree que tiene el poder de poseernos.
Gitana yo que voy bailando y tocando cada mano, soy de todos y de nadie, porque nadie quiere quedarse con tanto y con la obligación de atenderme las caderas.
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