Las horas que se pasan sobre este juego, nadie nos escucha y hablamos en otro idioma. Llevándote dentro y si estás lejos te puedo sentir, el asco no basta, me exijo vivir y la enfermedad nos mata. Resistirse a la tentación, a los castillos protegidos por cobardías y el compás de esta conversación. Me pides irte, pero no te vas. Cada libro es tu nombre, tu voz está en el ruido, tu mejor carta aun no la descubro, eres arrogante y tu intermitente presencia es la misma que existe cuando miras hacia acá. Me has hecho escribir, apenas siendo memoria de esta viuda alma. Después de ti sólo quedan manchas sobre el cuerpo, nada sabe igual y apenas tengo que admitir que no soy nada, nada más que nada. Tu corazón es de esos que se dejan acariciar sin estar, tiemblo y tengo que aprobar los espacios de cuerpo y sueños entre los dos. Cerrado, como los labios que no te importan, así es este cuento. Qué demonios quieren esos caminos de mi, que cada ruta se empeña en no dejarme dormir.