Otra vez la lluvia incípida, la que no sabe si seducir al sol y pintar a medias los verdes de la montaña, o ennegrecer los duelos del hombre. El beso que nos despide, la voz entrecortada, el duelo, el licor, el mar de ojos tristes. La cita de la boca con el vicio, el lamento y el canto. Huele a humo, huele a humedad. Una mujer que canta, una gaita que llora. La vida se va con las olas, el dolor es una perla. Sal, sal, sal. Una voz interrumpida, el dolor por recuperarme, yo frente al papel. Las ancianas, el ocaso, los últimos tres segundos, y tu mirada no se va.