Tu sístole y él tan diástole, entrada por salida, abrir y cerrar, dejar llegar, dejar ir, aumento de presión y relajante ausencia. Es la intermitencia del amor. Entonces había resuelto el tema como siempre, con una carta, pero esta vez la carta era una mera dicotomía, era de un remitente para dos destinatarios: Logre sacarte, como el oxigeno sale disparado del corazón a rondar por todo el cuerpo. Así como el veneno penetra en la células, te fuiste de aquí. Siento que la lógica de la esperanza es marchitarse cuando empieza la vida y mi vida apenas empezaba. Tu estabas allí, de brazos cruzados y palabras afónicas, mi mente se alojaba en un espacio marcado por tu nombre y allí muy cómoda la imaginación taladraba el centro de mi espalda. Era imposible no recordar la figura que te hacía hombre, la figura que me atravesó el alma y que me dejó muerta. Cada tarde que llegaba la hora de tu presencia, era rara, parecía verano pero inundado de lagrim...