Los primeros sintomas del desconsuelo se prenden de los vestidos como polillas, se comen las fibras inocentes de la eternidad. Cada hora del día lo aparta de mí, mientras en el palpitar de las aves vibran besos ocultos que el viento deposita en su terraza. Me creo distancias invisibles y los edificios se apilan como los árboles del bosque que nos arropan al contacto inapropiado. Cada calle lleva su rastro pero en la esquina ilógica de las glorietas se pierde la niña de nuestras fantasías, la que no nació pero que se reviste del azul nocturno, bajo los danzantes velos del cielo. Al amor inexplorado le corresponden los lugares invisibles, su cuerpo con el mío respira al margen de los márgenes y nuestra carne hoy llora, grita, sangra y ama. Los últimos síntomas del desconsuelo son la promesa. Mi último pensamiento será suyo como el último verso de mi parpadear herido al no poder dejar de llorar. De nuevo está agosto esperando por m...